jueves, 7 de abril de 2011

El regreso de la sonrisa olvidada

Llegaba el Real Madrid con el deseo de olvidar la machada de un Sporting de Gijón que el pasado sábado, bajo un día primaveral que invitaba a la goleada, dejaba la Liga vista para sentencia. Y así fue. El teatro en el que habitualmente se convierte el Santiago Bernabéu se vistió de gala. Tras siete años, y con sólo un integrante en la plantilla como testigo (Íker Casillas) del último precedente, los merengues iban a disputar por primera vez un partido de cuartos de final de la Liga de Campeones. Nadie quería perderse la cita. Y salvó Karim Benzema, José Mourinho pudo contar con su once tipo. Incluso Higuaín, tras su operación de hernia discal, y Kaká, después de creer que podría sumar y no restar a la escuadra blanca, volvían a vestirse de corto para ocupar un asiento privilegiado en el banquillo local.

Ni en el mejor de los guiones soñado por cualquiera de los más de 80.000 fervientes seguidores del Real Madrid se encontraba el 4-0 con el que el conjunto blanco certificó virtualmente su pase a las semifinales. Enfrente, un Tottenham a quien las ganas y la ilusión de un debutante -era la primera vez que los londinenses accedían a unos cuartos de final de la máxima competición europea- pronto se tornaron en presión, ansiedad y miedo escénico. Con una inusitada prudencia ante los medios, Mourinho veía con buenos ojos un empate sin goles hoy. Por desgracia, la eliminatoria ha quedado resuelta en 90 minutos.

De bajar la euforia de los miles de hinchas ingleses desplazados hasta la capital, aderezada con fuertes dosis de cerveza y polvos blancos, se encargó Emmanuel Adebayor. El delantero recuperó la fuerza que había perdido tras esquilar sus rastas y con un certero cabezazo abrió el marcador a los cuatro minutos. Apenas diez minutos después, el espárrago Peter Crouch quiso demostrar que lo que tiene de alto lo tiene de imprudente y frívolo. Dos entradas a destiempo dejaban con diez hombres a los de Harry Redknapp. Luces, camaras...monólogo blanco en Concha Espina.

Tras la innecesaria demostración de hombría del larguirucho delantero inglés, Redknapp tuvo que recomponer su esquema. Más aún cuando en el calentamiento las molestias le obligaron a prescindir de uno de sus 'galgos' como Aaron Lennon. Con un solitario Rafael Van der Vaart en punta y el 'mago' Modric cayendo a la izquierda, los 'Spurs' perdían su esencia y quedeban desactivados en ataque. Tan solo un par de acciones aisladas de Gareth Bale, endulzadas con las dudas de Sergio Ramos a la hora de tratar de parar a un atleta capaz de correr cien metros en 11.40 segundos, hicieron encoger las gargantas de la crecida parroquía madridista.

Olía a goleada. Sólo faltaba tiempo para conseguir abrir alguna grieta hasta el, por el momento, infranqueable muro inglés. Resistieron hasta el descanso. Tras el cuarto de hora en los vestuarios los blancos salieron en tromba y, como suele ser cortesía de Mou, con los mismos once protagonistas de la primera mitad. Marcelo seguía dando muestras de su gran campaña. La misma que, si estuvieramos en la NBA, le otorgaría el galardón al Jugador con Mayor Progresión. La banda izquierda parece que tiene el puesto asegurado por muchos años. Pero precisamente era eso lo que echaban en falta los monologuistas: juego por las bandas.

De uno de los infinitos saques de esquina llegó el llamado gol de la tranquilidad. La brújula Xabi Alonso sacó en corto para Marcelo quien, tras avanzar unos metros, la puso al corazón del área para que un gigante africano se elevara por encima de la defensa e impactara con la testa poniendo el esférico fuera del alcance del meta inglés. No se esperaba menos en Chamartín. Segundo gol para el togolés que, con los de hoy, eleva su estadística hasta las diez dianas en sus duelos directos ante los londinenses.

Tras el gol, más de lo mismo. Salió Lass en sustitución de Khedira en uno de los movimientos de estrategia más comunes a la vez que previsibles. La vida seguía igual. Por parte visitante, con un Bale dando muestras de cierto cansancio -también reaparecía tras varias semanas de baja- sólo Defoe lo intentó en solitario sin demasiada fortuna. Siguió el asedio blanco ante un rival que había presentado su rendición hacía algún tiempo. Todavía tuvo tiempo Adebayor otro cabezazo que logró sacar el desquiciado Gomes antes de que Mourinho regalara la ovación de un Bernabéu que se prolongaría hasta la entrada del 'Pipita'.

Cinco minutos después, en el 71, haciendo honor a su nombre, Ángel Di María, el hombre que auna fealdad en su rostro y calidad en su zurda a partes iguales, recibió el balón tras un golpe de fortunios varios regateó hacia fuera desde la derecha para perfilarse con su pierna buena y conectar un zapatazo que arrancó de cuajo las telaraña de la escuadra derecha de la portería rival. Un lienzo pintado con pincel muy fino.

La excusa perfecta para que un radiante Mourinho decidiera dar entrada a Kaká a quien el respetable recibió con cierta frialdad, la misma que transmite el '8' madridista con un barba de tres días impropia para un hombre de sus ideales. Con algo más de diez minutos por jugarse y la lonja vacía tras una excelente jornada de pesca, sólo había algo que podía rematar la faena: calmar las ansias de Cristiano. Y así fue. A falta de cuatro minutos para el final del tiempo reglamentario, en la enésima internada por la izquierda en la segunda parte, Kaká la puso larga al segundo palo y, como un regalo caído del cielo, el esférico fue a parar al hombre que quiere todos los balones para que empalmara con su pierna derecha y batiera por bajo a un Gomes que debería haber despejado antes de que el balón confirmara la goleada y besara las mallas de la portería.

Una noche de las que crean afición. Hacía tiempo que el Santiago Bernabéu no vivía una comunión tan evidente entre el equipo y la afición. La victoria, a falta del encuentro de vuelta que tendra lugar en el mítico White Hart Lane el próximo miércoles día 13, deja a tiro unas casi olvidadas semifinales de 'Champions'. Y por qué no decirlo, hace olvidar la impotencia que invade los corazones madridistas cuando recuerdadn la existencia de un Goliat llamado Barcelona, el único que es capaz de hacer borrar del rostro su rejuvenecida sonrisa.

Alegría por partida doble

En el otro encuentro de cuartos previsto para este martes el Schalke 04 silenció al Giuseppe Meazza con una sorprendente goleada (2-5) frente a un Inter de Milán, vigente campeón de la competición, que fue aniquilado sin miramientos. Tras unos primeros 45 minutos de un juego más vivo y rápido al que están acostumbrados, la afición 'neroazurra' se preguntaba si el 2-2 que señalaba el electrónico les serviría. La respuesta tendría un claro signo negativo.

Y es que 11 minutos después de salir del tunel de vestuarios, el 2-4 no hacía más que confirmar las lagunas defensivas del conjunto dirigido por el brasileño Leonardo. Raúl, frente a los impotentes Chivu y Ranocchia, hizo el milagro del gol. Ranocchia, en la siguiente jugada cortó un centro y lo convirtió en autogol: 2-4. Seis minutos después, Chivu veía la segunda tarjeta amarilla: expulsado. Los locales, más que con el corazón que con la cabeza, trataron de retomar unas riendas que nunca tuvieron.

Como suele pasar en estos casos, con el encuentro partido en dos, un zurdazo sensacional desde la frontal del área del delantero brasileño Edu sirvió para colocar la puntilla en el minuto 76 de partido. De ahí en adelante, el conjunto de Felix Magath, que recientemente ha anunciado su marcha del equipo la próxima campaña, sólo pudo asomar de sus rostros una tremenda sonrisa. Mucho tendrán que cambiar las cosas para que el Inter, que ya fue capaz de dar la vuelta a la eliminatoria en octavos frente al Bayern de Munich, esté en semifinales.

Jaime Castillo Gallardo

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